"El Literato misántropo" por Miguel D'Addario

 



El Literato misántropo

Muchos cuestionan mis escritos, me odian por ello. Pero yo escribo, es mi pasión, mi pasatiempo, mi destino. Y para lograr escribir y sentir placer al hacerlo, debo estar solo, como una ostra en medio del mar profundo, como una estrella en la noche más oscura.
Así, solitario, antisociable, un ermitaño en lo alto de la montaña. Porque es desde allí de donde nacen las palabras, las rimas, fluyen los versos, la prosa, los sonetos, las cuartetas, y es en la memoria solitaria donde nacen las ideas arremolinadas.
Pero yo escribo, es un objetivo, una distracción, una locura, una obsesión, llámalo como quieras, pero es más fuerte que yo. Y siempre afirmé que si no fuera por la escritura hubiese muerto hace tiempo. Escribo porque es el momento que me enfrento a mí mismo, me desafío a través de las palabras, de las historias, de los relatos. Allí soy yo, ese es mi territorio que defiendo y exploro, orinando en todas las palabras como un oso enfurecido y un león cuidando su manada. Pero en estado antigregario, sin interrupciones ni molestas palabras en mis oídos. No quiero oír sus vulgaridades, ni sus ovaciones a la mediocridad, ni sus cantatas a la estupidez humana; no deseo escuchar, ni verlos, ni sentir sus olores ni sus repugnantes perfumes baratos.
No, déjenme con mis hermosas letras, las teclas de mi máquina de escribir, mi tonto procesador de textos, mi rutina literaria, mi sueño de escribir las mayores fantasías de mi cabeza. Mi siesta entre escrito y escrito, porque soy eso, un literato, un escribidor, un autor; nómbrame como te plazca, buscador universal, porque igual seguiré apretando teclas hasta que me muera, aunque pretendáis detenerme con esas palabras vacías que manifestáis en vuestros estúpidos comentarios cada vez que adquirís una obra propia.

Eso es, soy un escritor, aunque me envidies o me aborrezcas; porque no me detendré y seguiré contando historias y verdades como puños reales, transformando tu cabeza repleta de neuronas vacías sin sinapsis ni voltaje suficiente. Porque si eres capaz de leerme habrás dado un paso hacia tu propia evolución interior.









"El Observador de narices" por Miguel D'Addario




El Observador de narices

Érase un observador empedernido, un mirón desbocado, un analista descontrolado, un obsesivo implacable; quien siempre transitaba su vida observando las narices de los seres vivos, especialmente las caras de las mujeres bellas con napias destacables.

Su mayor éxito, también, era encontrar tanto narices perfectas como narices demasiado amorfas.

Cada ser vivo que pasaba a su lado era detenidamente observado por este obsesivo fisgón.

Narices suaves, romanas o griegas, de mucho vuelo lateral o muy delgadas, excesivamente salientes o demasiado pequeñas.

Un experto analizando morros.

Mirar y mirar, analizar y concluir; así pasaba su vida este detective de napias, extrayendo e imaginando otras narices en una misma cara.

Un día vio una nariz sublime, una línea recta, un triángulo perfecto; la napia era equilibrada, simétrica, proporcionada y con una piel muy suave; una nariz con la saliente exacta, libre de deformaciones, y agraciada con un tamaño concordante.

Y fue así como el observador de narices se enamoró perdidamente de ella, de tal manera que decidió besarla, rompiendo todas las reglas de la habilidad social y las normas de convivencia de los urbanitas.

La joven mujer, poseedora de tan excelsa nariz, dio un salto hacia atrás, se asustó y arremetió contra el fisgón, propinándole una bofetada que derribó, en un traspié, al obcecado observador.

Hoy, se sabe, comentan las vecinas del barrio, que transita por el mundo un observador de labios, alguien que alguna vez fue un adorador de narices.


Un relato del libro "Relatos Revulsivos"






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