"Amor perdido" por Miguel D'Addario




Amor perdido

Cuando cursaba en la escuela la etapa final de la primaria, y apenas tenía unos 11 años, solía ir de vacaciones a la casa donde vivía mi madre. Allí aprovechaba para buscar algún trabajo de verano, temporal, y por las tardes iba a jugar al fútbol con amigos y flirtear a las chicas del barrio. Una tarde la conocí, ella era de mi edad, tenía un hermano más pequeño y vivía como a tres calles de mi casa. Su casa tenía una gran entrada, tipo jardín, con flores y plantas, estaba pintada de blanco con ventanas de madera y se veía impecable; había un perro mediano que jugueteaba con los visitantes. Nunca entré, y nunca me invitaron a pasar porque siempre me encontraba con ella sobre la vereda de su casa, o en la panadería o en el almacén, comprando el pan y la leche que su madre le pedía como un mandado. Así pasaron los días y fuimos haciéndonos amigos del barrio, nos veíamos casi todos los días, jugando rayuela, a la paleta-pelota, andando en bicicleta, contando cosas de la escuela y jugando con nuestras miradas de niños ingenuos. Pasadas unas tres semanas me dije a mí mismo, -Hoy me voy a declarar su novio, y así lo decidí. Al llegar ella estaba llorando, su madre la había regañado porque perdió el dinero de los mandados, así que le di las monedas que me quedaban del vuelto de una compra que había hecho. Ella se rio, las tomó y me besó en la mejilla. Así nos declaramos novios desde ese día, y cada vez que nos veíamos éramos novios, para los amigos éramos novios, y todo el mundo en tono burlón nos decían: -Ahí van los novios. Yo era feliz y creo que ella también, me sentía querido y alguien en quien pensar, era fabuloso.
Pasado un mes le dije que nos casaríamos, ella aceptó y así nos reímos a carcajadas; -Le prometí: Tendremos muchos hijos y una casa grande, te compraré flores y dulces; luego nos abrazamos hasta fundirnos. Me fui una semana de vacaciones a la playa y regresé. Al retorno la fui a buscar, contento y con una flor, y al llegar a su casa todo estaba cerrado, el jardín desprolijo y desordenado, golpeé las manos y toqué el timbre; una vecina que pasó me dijo: -Se mudaron querido, hace tres días… Nunca lloré tanto en mi vida.

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La Infanta y el unicornio

 


La Infanta y el unicornio

La niña salió a caminar por el bosque, la foresta húmeda mojaba sus pies y salpicaba sus cortas medias. Saltando charcos y esquivando mariposas seguía la trayectoria del camino marcado. Algunas aves revoloteaban alrededor como dándole la bienvenida a la chiquilla, sus manos rozaban las ramas intencionalmente y cada tanto saltaba alguna rama. El día se prometía primaveral, templado y totalmente despejado, incluso, de a ratos, surgía una breve brisa que acariciaba el rostro de la infanta. Al llegar a un sendero con arboleda la niña correteó un poco para apurar el trayecto y en un momento dado tropezó y golpeó su rodilla contra el suelo, específicamente se dio con una piedra que hirió su piel y la hizo renguear un tramo del camino. Luego, para no aburrirse, comenzó a cantar una canción infantil, a veces a viva voz, a veces como susurrando, brincando despacio, con cuidado continuó adelante hasta llegar a un pequeño arroyo donde había algunos pequeños animales como conejos, liebres, castores, gatos, pájaros, perros y hasta algún potrillo.

Se sentó un rato al borde de la orilla contemplando el cuadro general en su conjunto. De pronto todos los animales huyeron a sus respectivas cuevas, se oyó un ruido de entre los arbustos y allí lo vio, un hermoso unicornio con un cuerpo rosado y azul, sus colores suaves irradiaban la luz solar convirtiendo los colores en centellantes reflejos brillantes. Pero la niña no se asustó y respiró profundamente, emocionada se puso de pie y se dirigió hacia el unicornio. El unicornio la observaba y permaneció en su lugar, dio unos pasos más hacia el borde, ella se arrimó al lado y estiró su mano, lo acarició y luego lo abrazó consternada, el unicornio inclinó su cabeza hacia ella y se fundieron en un abrazo que duró varios minutos. El unicornio profirió algunos gemidos como intentando hablar y la pequeña le espetó: -Eres muy bello, ¿De dónde vienes? El unicornio, como comprendiendo lo dicho, levantó la cabeza hacia el cielo y luego la miró con sus ojos afligidos. Ella lo tomó de su lomo y el unicornio se sentó esperando que ella se subiera, y así lo hizo; el unicornio se puso de pie, de pronto extendió sus alas y comenzó a aletear, ella lo cogió de su único cuerno y levantó vuelo alejándose. 
Nunca más supieron de ellos.





"El Literato misántropo" por Miguel D'Addario

 



El Literato misántropo

Muchos cuestionan mis escritos, me odian por ello. Pero yo escribo, es mi pasión, mi pasatiempo, mi destino. Y para lograr escribir y sentir placer al hacerlo, debo estar solo, como una ostra en medio del mar profundo, como una estrella en la noche más oscura.
Así, solitario, antisociable, un ermitaño en lo alto de la montaña. Porque es desde allí de donde nacen las palabras, las rimas, fluyen los versos, la prosa, los sonetos, las cuartetas, y es en la memoria solitaria donde nacen las ideas arremolinadas.
Pero yo escribo, es un objetivo, una distracción, una locura, una obsesión, llámalo como quieras, pero es más fuerte que yo. Y siempre afirmé que si no fuera por la escritura hubiese muerto hace tiempo. Escribo porque es el momento que me enfrento a mí mismo, me desafío a través de las palabras, de las historias, de los relatos. Allí soy yo, ese es mi territorio que defiendo y exploro, orinando en todas las palabras como un oso enfurecido y un león cuidando su manada. Pero en estado antigregario, sin interrupciones ni molestas palabras en mis oídos. No quiero oír sus vulgaridades, ni sus ovaciones a la mediocridad, ni sus cantatas a la estupidez humana; no deseo escuchar, ni verlos, ni sentir sus olores ni sus repugnantes perfumes baratos.
No, déjenme con mis hermosas letras, las teclas de mi máquina de escribir, mi tonto procesador de textos, mi rutina literaria, mi sueño de escribir las mayores fantasías de mi cabeza. Mi siesta entre escrito y escrito, porque soy eso, un literato, un escribidor, un autor; nómbrame como te plazca, buscador universal, porque igual seguiré apretando teclas hasta que me muera, aunque pretendáis detenerme con esas palabras vacías que manifestáis en vuestros estúpidos comentarios cada vez que adquirís una obra propia.

Eso es, soy un escritor, aunque me envidies o me aborrezcas; porque no me detendré y seguiré contando historias y verdades como puños reales, transformando tu cabeza repleta de neuronas vacías sin sinapsis ni voltaje suficiente. Porque si eres capaz de leerme habrás dado un paso hacia tu propia evolución interior.









"El Observador de narices" por Miguel D'Addario




El Observador de narices

Érase un observador empedernido, un mirón desbocado, un analista descontrolado, un obsesivo implacable; quien siempre transitaba su vida observando las narices de los seres vivos, especialmente las caras de las mujeres bellas con napias destacables.

Su mayor éxito, también, era encontrar tanto narices perfectas como narices demasiado amorfas.

Cada ser vivo que pasaba a su lado era detenidamente observado por este obsesivo fisgón.

Narices suaves, romanas o griegas, de mucho vuelo lateral o muy delgadas, excesivamente salientes o demasiado pequeñas.

Un experto analizando morros.

Mirar y mirar, analizar y concluir; así pasaba su vida este detective de napias, extrayendo e imaginando otras narices en una misma cara.

Un día vio una nariz sublime, una línea recta, un triángulo perfecto; la napia era equilibrada, simétrica, proporcionada y con una piel muy suave; una nariz con la saliente exacta, libre de deformaciones, y agraciada con un tamaño concordante.

Y fue así como el observador de narices se enamoró perdidamente de ella, de tal manera que decidió besarla, rompiendo todas las reglas de la habilidad social y las normas de convivencia de los urbanitas.

La joven mujer, poseedora de tan excelsa nariz, dio un salto hacia atrás, se asustó y arremetió contra el fisgón, propinándole una bofetada que derribó, en un traspié, al obcecado observador.

Hoy, se sabe, comentan las vecinas del barrio, que transita por el mundo un observador de labios, alguien que alguna vez fue un adorador de narices.


Un relato del libro "Relatos Revulsivos"






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"Robótica" por Miguel D'Addario

 




Robótica

Los pasos del robot se oían a una distancia breve, como si un elefante se acercara rápidamente hacia uno mismo. Se trataba de la última generación de robots humanoides, perfectas imitaciones de los humanos. Con piel humana real, ojos destellantes, en colores varios, flexibilidad dinámica en las articulaciones y movimientos corpóreos exactos.

Todo lo podían hacer, correr, bailar, hablar, besar, trabajar, e incluso ir de compras. Eran androides imprescindibles y los humanos desarrollaron una gran dependencia de sus servicios. Contaban con vellos corporales, su barba crecía, sus uñas y cabellos también.

Los niños adoraban a estos muñecos tan definidos en sus facciones y tan diferentes entre sí. Eran diseñados basándose en los rasgos familiares, apariencias generales del grupo familiar. Tenían la sexualidad definida, tanto masculina como femenina.

Eran dóciles y sensibles, aunque no tenían sentimientos, ni emociones agresivas o amorosas, simplemente estaban programados para ser amables, lo cual los hacía muy queribles. A veces cometían errores, se quedaban dormidos recargando las baterías, o podían tropezarse y hasta entrar en estado “pensativo”.

Tenían una memoria programada, que incluía los sueños nocturnos, los sueños diarios esperanzadores, pensamientos inyectados, recuerdos prestados, y una inteligencia artificial asombrosa, capaces de resolver una partida de ajedrez en 10 minutos. Pero no podían generar sus propios pensamientos a partir de la nada. Podían matar si estaban en peligro y no cumplían las leyes de Asimov.

Tenían un punto ciego donde podían relacionar pensamientos y emociones preestablecidos, y desde ahí generar sus propias conclusiones; por ende, podían crear sus propias resultantes mentales.

Hubo un periodo de muchos meses donde cuantiosos maridos llegaron a sus casas y encontraron in fraganti a los robots humanoides copulando con sus esposas.

Así hubo millares de reclamos a la empresa RH Company, la cual terminó en quiebra.

Desde ese inusual día las nuevas empresas robóticas fabrican los robots sin órganos sexuales.




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"Uxoricidio" un relato de Miguel D'Addario

 

Uxoricidio

Alguna vez se amaron. O tal vez lo seguían haciendo, pero con algunos matices y ciertas tonalidades espeluznantes. Él estacionó su furgoneta en la puerta de su casa, envolvió el 22 largo de 6 tiros en un trapo de limpieza. Ella estaba en casa con sus tres hijos. Planchaba la ropa de ella, de su esposo y de sus niños. Entonces el hombre descendió del vehículo, tomó su cartera y guardó el revolver en el bolsillo derecho de su chaqueta. Ella estaba acomodando la ropa planchada en las cajoneras del mueble, y mientras lo hacía decidió hacer el mate cocido para los críos. Él caminó el largo pasillo desde la entrada hasta la puerta de su casa, -eran esas casas chorizos donde habitan varias familias o personas en un mismo domicilio-. Estaba nervioso, su amante le había dado un ultimátum respecto a la relación con su esposa, y debía decidir entre su querida y su legítima mujer. Ella puso la pava en la hornalla y recordó el primer beso de su marido, el casamiento por iglesia y el nacimiento de sus hijos; unas lágrimas caían y recorrían sus mejillas. Él abrió la puerta de una patada y entró gritando a viva voz. Vociferaba malas palabras, insultos y descalificaciones irreproducibles. Eructó el vino que había bebido con otro amigo, el cual lo mantenía un poco mareado y con los sentidos aletargados. Ella no se calló la boca y devolvió los insultos. Inmediatamente le arrojó la plancha a su cabeza, recriminándole que sabía la historia que tenía con su amante. Él desenfundó el revólver y le disparó los 6 tiros. Uno dio en el hombro. El segundo acertó en la mejilla, el tercero alcanzó su pecho, el cuarto rozó el hombro, el quinto penetró en su vientre, donde había un feto de 3 meses; y el sexto impactó en su frente. Ella cayó desplomada mirando a su esposo, y tomando su vientre gritó: Has matado a nuestro bebé. Después murió sin más. Los tres niños gritaban asustados debajo de una mesa. Él salió corriendo hacia la furgoneta, -desconocía lo del embarazo-. Arrepentido recargó el revólver, apoyó el cañón en su sien y se descerrajó un tiro. 

En la madrugada siguiente mi madre la escuchó llorar en la cocina de Manuela Pedraza 2313, donde le pidió que cuidara de sus 3 hijos. Mi madre avisó a su primo y fueron adoptados. Nunca más la oyó.

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Un relato del libro "Relatos revulsivos"

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"El Artista de la risa" por Miguel D'Addario


"Hasta una risa inteligente suele resultar repulsiva; la risa necesita ante todo sinceridad." 
Fiódor Dostoyevski


El Artista de la risa

Afuera era invierno, y nevaba. Los abrigos colgaban en los percheros del vestíbulo de la entrada al teatro. Las calles vacías, sin automóviles, empapadas de nevisca y agua fría. Algunos pasos sonaban a lo lejos, una patrulla circulaba vigilando, las vendedoras de sexo caminaban aprisa, taconeando y observando disimuladamente a través de sus oscuras gafas. 

En la sala el público permaneció en un sepulcral silencio. Todos observaban al artista, quien, sentado en una silla de madera despintada, permanecía inmóvil, impasible, sereno y observando, a su vez, al público presente. Cabezas erguidas, ojos muy abiertos, dientes semiapretados, respiración un tanto acelerada, una leve mueca en sus rostros y la expectativa de la acción a suceder. 
El público esperaba. De pronto se produjo un gran vacío, las mentes en blanco, las emociones se contrajeron, y ya no había movimientos. 
Los corazones, sí, continuaban latiendo; los cuerpos cumpliendo sus funciones, la sangre circulante, los fluidos rotando en cada órgano vivo, los aparatos vitales del cuerpo cumpliendo fielmente cada misión preestablecida. 

De pronto el artista se puso de pie y dio un paso adelante. Su zapato sonó retumbando la sala. Acercó el otro pie y su traje de arlequín bailoteó en su cuerpo delgado y frágil. 
Los párpados se abrieron aún más, como esperando la acción siguiente, que tardaba siglos en acontecer. Los ojos clavados en el rostro del artista. Trémulos. El artista esbozó un gesto, como una mueca sutil, sin dejar de mirar a los presentes. 
De repente comenzó a sonreír. Cada vez más. Con una risa creciente y resonante. Todos observaban impávidos, y el artista continuó riendo con mayor potencia, acrecentando el volumen y la fuerza. Riendo a carcajadas, desternillando su mandíbula, desorbitando sus globos oculares, aflojando sus implantes dentales, ahogándose en sus continuos espasmos hilarantes. 
Toda la sala se cubrió con su risa altisonante, retumbando en los tímpanos, perforando los cerebros grises, y despertando cada célula de sus pobres almas, alterando sus doctrinas adormiladas. 
Súbitamente el artista se detuvo. Dio un paso atrás y rápidamente se sentó en la silla. 

Seguidamente, todo el teatro estalló en un gran aplauso, clamoroso, en un solo ritmo, enérgico y apabullante. También se sumaron ovaciones, gritos y bises que surgían de lo más profundo de sus gargantas, originando un concierto tan estrepitoso que las arañas huyeron del lugar. 
Así, las exaltaciones permanecieron activas, sin exagerar, unos cinco minutos continuados. 

Finalmente, el telón bajó y la gran sala se fue vaciando lentamente. 
Afuera la aguanieve caía muy lentamente, y un perro ladró en una esquina.


(Relato incluido en el libro "Relatos Revulsivos")



ISBN: 9781081369118

Prólogo a la edición: Virginie Kernaonet

Diseño de portada: Carlos Max

Citas en interior: Andy Sanyasi


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Carta de una lectora al escritor Miguel D'Addario / Letter from a reader to the writer Miguel D'Addario


(Carta original en italiano), referente al libro Coaching ontológico, traducido al italiano por Gabriella Padmè Acciani


Estimado Miguel D'Addario, he leído su libro "Coaching ontológico".

Queda una pregunta de fondo: Si una persona toma en serio su vocación,visión y misión, y toma su propio camino, las personas que han sido importantes para ella, -me atrevería a decir en un amplio sentido religioso-, necesitarán leer este tipo de libros, haciendo cursos, etc.

A mí, todo esto me ha ayudado a tomar conciencia de lo que ya estaba en mis manos, a tomarlo más en serio con los instrumentos que tenía, y no necesariamente se originó en el trabajo.

Todavía tengo algunas preguntas:
-El trabajo en equipo requiere reciprocidad. ¿Cómo se produce si falta?
-Uno se puede encontrar varias competencias cruzadas. Pero ¿Qué ayuda a definir su papel? 
¿O simplemente basta centrarse en los sistemas máximos de la misión de la vida y no sólo sobre el trabajo?

Gracias y elogios por el título del libro desafiante, porque el ser y su verdad no se prestan al relativismo.

Anna Maria Capelletti · Roma
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Respuesta de Miguel D'Addario

Estimada Anna Maria,
Gracias por leerme y escribirme.

Si alguien comienza a hacerse preguntas internas, seguramente necesitará leer libros, hacer cursos y conectarse con los temas relativos.

Tomar consciencia puede suceder en cualquier ámbito. Incluso caminando por el parque. Alcanza solo con pensar en una dirección ontológica.

-Si en un trabajo uno no encuentra reciprocidad sólo es posible hacerlo educando al personal. Y si eso falla, es mejor que uno busque otro empleo. La gente solo piensa en ganar dinero y eso los empuja a realizar trabajos que odian, y eso no es ontológico es resignación. Hay que trabajar para hacer lo que nos gusta, buscar nuestro objetivo, lo que vinimos a hacer a este mundo.

-El trabajo es importante para poder subsistir, pero no es un objetivo primordial; como tampoco lo es el dinero. Nuestro objetivo es conocernos y a partir de allí descubrir los propósitos, cambiar los hábitos tóxicos adquiridos y lograr un equilibrio interior. Ardua tarea. 
Además, el tiempo es breve, no somos biológicamente eternos.

Gracias por el elogio al título. Y lo más importante es Ser, no parecer...

Saludos cordiales

Miguel D'Addario · Ciudadano del planeta Tierra

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(Original letter in Italian), referring book Ontological Coaching, translated into Italian by Gabriella Padmè Acciani

Dear Miguel D'Addario, I have read your book "Coaching ontológico".

There remains a fundamental question: If a person takes his vocation, vision and mission seriously, and takes his own way, people who have been important to that person -I dare say in a broad religious sense- will need to read this type of books, taking courses, etc.

To me, all this has helped me to become aware of what was already in my hands, to take it more seriously with the instruments that I had, and not necessarily originated at work.

I still have some questions:
-Teamwork requires reciprocity. How it occurs if missing?
-One can find several cross-competitions. But what helps define its role? Or is it simply enough to focus on the highest systems of the mission of life and not just about work?

Thanks and praise for the title of the challenging book, because being and its truth don't lend themselves to relativism.


Anna Maria Capelletti · Rome
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Response from Miguel D'Addario

Dear Anna Maria,
Thanks for reading and writing.

If someone begins to ask internal questions, he or she will need to read books, take courses and connect with related topics. Awareness can happen in any setting. Even walking in the park. Thinking about an ontological direction.

-Whether at work there is no reciprocity you can only do so by educating the staff. And if that fails, it's best if you find another job. People only think about making money and that pushes them to do jobs that they hate, and that's not ontological is resignation. We have to work to do what we like, to seek our goal, what we came to do to this world.

-Work is important for subsistence, but it's not a primary goal; nor is the money. Our objective is to know ourselves and from there to discover the purposes, to change the toxic habits acquired and achieve an inner balance. Hard work.
In addition, time is short, we are not biologically eternal.

Thanks for the commendation to the title. And the most important thing is to be, not to seem...

Best regards

Miguel D'Addario · Citizen of planet Earth

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Le Côté Quantique de ta Vie - Miguel D'Addario






Le Côté Quantique de ta Vie

(Extrait)

Tous tes rêves
L'univers entier est un moment unique, comme la vie de chacun d’entre-nous ; chaque instant se transforme en un autre instant, et ainsi à l’infini.

Tout ce que tu vois autour de toi, tes affaires, tes biens, ta famille, tes amis, ton amour, les gens et même ton propre corps, sont des formes circonstancielles qui se manifestent à un certain moment de ta vie, à l’intérieur d’un espace infini, parmi la magnificence de tout ce qui existe.

La nature élimine tout ce qui est éphémère, superflu, inutile, et le recycle. Ainsi il ne reste que ce qui fait partie de la conscience objective, et qui n’est rien de plus que la transformation intérieure, notre propre développement et l'évolution de notre essence.

Toute pantomime sociale est utile pour nourrir le corps, acquérir des connaissances et pour nous reproduire.

Les émotions et les pensées sont nos moteurs de propulsion, si nous les entretenons mal, nous pourrons tomber en panne n’importe où sur notre trajet.

Mais si nous les utilisons de manière consciente, nous pourrons vivre en harmonie et réaliser ce que nous pensions impossible.

Notre intelligence dépendera de notre volonté, de notre avidité à découvrir, à rechercher les réponses que nous trouverons sur notre chemin, vers notre propre conscience.

Conscience intrinsèque, qui est la causalité de la vie, la raison de notre existence sur cette planète.

Qu'attends-tu ? Si tu ne réalises pas tous les rêves qui te tourmentent tous les jours, soit parce que tu les as oubliés, soi parce que tu les as abandonnés, tu ne pourras pas suivre ton processus évolutif.

Ne cherche pas de coupables, ni de complices, ni d'excuses. Tu es sans doute attaché à un emploi, à un amour, à un parent, à la richesse, aux biens matériels.

Ainsi, tu as oublié tes rêves, tu as abandonné qui tu voulais être : peut-être un artiste, un musicien, un poète, un créateur, ou quoi que ce soit d’autre. Mais en les abandonnant, tu es resté au point mort ; tu n’es pas parvenu à les réaliser, tu t'es arrêté, stoppé, et c'est ainsi que tu as interrompu ta transformation.

Parce que jusqu'à ce que tu n’aies pas consummé tous tes feux, pas étanché toute ta soif, satisfait tous les désirs de ton corps, aimé tous les cœurs, ou abandonné tous tes mensonges ; il n’existera pas de chemin pour être libre. Il faut parvenir à se délivrer des craintes, ne pas se cacher, se libérer des infantilismes et des justifications, de ces rêves qui nous donnent de faux espoirs, parce que nous ne souhaitons jamais vraiment les accomplir. Réalise tes rêves, termine-les, et de nouvelles portes s’ouvriront demain.

Photographie et traduction
Virginie Kernaonet

Modèle photographie
Amandine Kernaonet

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Amor pueril by Miguel D'Addario


Un relato del libro "Cuentos inefables"




Amor pueril

Yo la conocí y no sabía su nombre. Y hoy la rememoro en el tiempo.

No me acuerdo de sus ojos tristes o alegres, ni su boca pequeña y sus pelos al viento. Tampoco si era rubia o morena, alta o baja. Risueña o mustia; ni tampoco como vestía o las zapatillas que calzaba. 

Solo la percibo a lo lejos, una tarde de vacaciones en las sierras de Tandil. Cuando jugábamos con su hermano al fútbol o al baloncesto, y tan solo teníamos ocho años. Cuando el sol era nuestro, las preocupaciones inexistentes y el mundo no tenía límites. 

Viene a mi memoria que ella se acercó en un momento y yo la besé, agarré su mano y observé que era bella. Pero no recuerdo su rostro, ni sé si sonrió o se sonrojó tímidamente. Ni siquiera siento su beso cercanamente, o su mirada enamorada, pero sí recuerdo a su hermano burlándose de aquel beso. 

A veces revivo ese momento como si fuera importante, y sé que no lo es, al menos eso es lo que creo. Sé que nos mirábamos en los paseos, cuando nos cruzábamos o intentábamos jugar a ser adultos. Y nunca la amé, yo no entendía de esas cosas, besarla era importante, nunca supe por qué. Tal vez por puro instinto, un niño buscando alegría en los juegos de ese amor inexistente. 

Y un día se terminó, debíamos retornar a casa, a la rutina, al barrio, al colegio; y ya no sabría nada más de ella. 

Inesperadamente, antes de subir al autobús, su madre habló con mi madre y le dijo que su hija estaba llorando porque quería darme un último beso, un adiós final. Mi madre sonriendo me preguntó, y le dije que sí. 
Ella vino corriendo, me abrazó, y me besó en el borde de mis labios… nunca más la vi. 

Y hoy recuerdo un amor que besé, pero que nunca hube amado.

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Próximamente a la venta


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