"El Artista de la risa" por Miguel D'Addario


"Hasta una risa inteligente suele resultar repulsiva; la risa necesita ante todo sinceridad." 
Fiódor Dostoyevski


El Artista de la risa

Afuera era invierno, y nevaba. Los abrigos colgaban en los percheros del vestíbulo de la entrada al teatro. Las calles vacías, sin automóviles, empapadas de nevisca y agua fría. Algunos pasos sonaban a lo lejos, una patrulla circulaba vigilando, las vendedoras de sexo caminaban aprisa, taconeando y observando disimuladamente a través de sus oscuras gafas. 

En la sala el público permaneció en un sepulcral silencio. Todos observaban al artista, quien, sentado en una silla de madera despintada, permanecía inmóvil, impasible, sereno y observando, a su vez, al público presente. Cabezas erguidas, ojos muy abiertos, dientes semiapretados, respiración un tanto acelerada, una leve mueca en sus rostros y la expectativa de la acción a suceder. 
El público esperaba. De pronto se produjo un gran vacío, las mentes en blanco, las emociones se contrajeron, y ya no había movimientos. 
Los corazones, sí, continuaban latiendo; los cuerpos cumpliendo sus funciones, la sangre circulante, los fluidos rotando en cada órgano vivo, los aparatos vitales del cuerpo cumpliendo fielmente cada misión preestablecida. 

De pronto el artista se puso de pie y dio un paso adelante. Su zapato sonó retumbando la sala. Acercó el otro pie y su traje de arlequín bailoteó en su cuerpo delgado y frágil. 
Los párpados se abrieron aún más, como esperando la acción siguiente, que tardaba siglos en acontecer. Los ojos clavados en el rostro del artista. Trémulos. El artista esbozó un gesto, como una mueca sutil, sin dejar de mirar a los presentes. 
De repente comenzó a sonreír. Cada vez más. Con una risa creciente y resonante. Todos observaban impávidos, y el artista continuó riendo con mayor potencia, acrecentando el volumen y la fuerza. Riendo a carcajadas, desternillando su mandíbula, desorbitando sus globos oculares, aflojando sus implantes dentales, ahogándose en sus continuos espasmos hilarantes. 
Toda la sala se cubrió con su risa altisonante, retumbando en los tímpanos, perforando los cerebros grises, y despertando cada célula de sus pobres almas, alterando sus doctrinas adormiladas. 
Súbitamente el artista se detuvo. Dio un paso atrás y rápidamente se sentó en la silla. 

Seguidamente, todo el teatro estalló en un gran aplauso, clamoroso, en un solo ritmo, enérgico y apabullante. También se sumaron ovaciones, gritos y bises que surgían de lo más profundo de sus gargantas, originando un concierto tan estrepitoso que las arañas huyeron del lugar. 
Así, las exaltaciones permanecieron activas, sin exagerar, unos cinco minutos continuados. 

Finalmente, el telón bajó y la gran sala se fue vaciando lentamente. 
Afuera la aguanieve caía muy lentamente, y un perro ladró en una esquina.


(Relato incluido en el libro "Relatos Revulsivos")



ISBN: 9781081369118

Prólogo a la edición: Virginie Kernaonet

Diseño de portada: Carlos Max

Citas en interior: Andy Sanyasi


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